Resumen bíblico del mes de septiembre.
Jeremias(4)(cap.26-39)
Pacto con el pueblo escogido.
Dios no castiga el pecado de Su pueblo con el propósito de destruirlo, sino para salvarlo. Por eso, a través de Jeremías promete liberar a Israel de su cautividad y permanecer fiel a Su pacto. Como el pueblo fracasó en el cumplimiento del antiguo pacto, el señor establece uno nuevo, en el que graba Su palabra en nuestro corazón y nos concede el poder de Su Espíritu Santo para cumplirla.
El cautiverio y el retorno (26:1-33:26): como castigo por su desobediencia, el pueblo de Judá fue llevado cautivo a Babilonia; pero el señor promete que llegará el día en el que los hará volver a Jerusalén y los restaurará.
Advertencias del mal (26:1-24): en el año 609 a. C., Dios le
habla a Jeremías, es decir, al principio del reinado de joacim, hijo de Josías,
rey de Judá. Le dice que no desea ver a Su pueblo parecer pecados. Por eso, si Judá oye Su palabra y se vuelve de su
mal camino, Dios se arrepentirá del mal que pensó hacerles (v. 13; 2 Samuel
24:16; juan 3:10). Jeremías anuncia la palabra de Dios desde el atrio del
templo: por la desobediencia de Judá, el templo y la cuidad serán destruidos,
si no se arrepiente. Jeremías es amenazado por los líderes religiosos, pero se
salva con la ayuda de los príncipes y el pueblo.
Falsas profecías (27:1-22): Jeremías declara la palabra de Dios a Sedequías y
a los reyes de las naciones vecinas, quienes tienen la intención de traicionar
a Nabucodonosor, rey de Babilonia. Les advierte que Nabucodonosor será usado
como instrumento de juicio divino, por eso, la nación que sirva y someta a
Babilonia, permanecerá; o de lo contrario, padecerá. No obstante, los falsos
profetas anuncian un mensaje opuesto a la Palabra de Dios, asegurando la
victoria de Judá y la inminente restauración del templo. Por haber oído a los
que no fueron enviados por Dios, cuando el rey y los nobles sean llevados
cautivos a Babilonia, el resto de los utensilios del templo serán transportados
a la tierra de los caldeos.
Falsa profecía de Hananías (28:1-17): el profeta Hananías anuncia falsamente que,
dentro de dos años, Dios quebrantará el yugo del rey de Babilonia y hará volver
todos los utensilios al templo, así como a todos los cautivos que fueron
llevados a la tierra de los caldeos. Dios declara la muerte de Hananías por
medio de Jeremías; así pagara el precio de haber proclamado mentira y haber
confundido al pueblo. La forma de comprobar la veracidad de las profecías que
son agradables para los oídos, como aquellas que anuncian paz, es esperar a ver
su cumplimiento.
Carta a los cautivos (29:1-32): Jeremías envía una carta con el mensaje de Dios
al pueblo de Judá, el cual había sido transportado a Babilonia. Si bien los
falsos profetas anuncian vanas esperanzas diciendo que pronto volverán a su
tierra natal, Dios les manda a no dejarse engañar por estas mentiras, sino
multiplicarse y procurar la paz de la cuidad en donde les ha tocado vivir.
Cuando se cumplan los setenta años de cautividad, Dios los hará volver a Judá.
Él promete paz y esperanza para los que aceptan Su plan y voluntad; saldrá al
encuentro del pueblo que le busca de corazón; oirá el clamor de los que le
invocan; les concederá la gracia de la restauración. Pero habrá calamidad para
los que se rehúsen al cautiverio y permanezcan en Judá, pese a la advertencia
de los profetas enviados por Dios. Acab y Sedequías morirán a manos del rey de
Babilonia por haber profetizado falsamente en el nombre de Dios. Semaías
recordó las palabras de Jeremías, durante su cautiverio babilónico, y envió
cartas a Jerusalén para acusar al profeta. Dios anuncia castigo sobre él y su
descendencia.
Dios infunde esperanza (30:1-11): el propósito por el cual Dios reprende a Su
pueblo es su salvación. Por este motivo, Jeremías no sólo anuncia juicio, sino
también un mensaje de esperanza y restauración. Al cumplirse el tiempo del
cautiverio, el pueblo volverá a la tierra que Dios le ha dado. Después de
conocer a Dios como el Liberador en tiempos de aflicción, servirán al Rey que
Él levante (el Mesías del linaje davídico).
La justicia y el amor de Dios (30:12-24): Dios sanará las heridas de Su pueblo, el cual
ha sido disciplinado por sus pecados. Las ciudades asoladas serán edificadas
nuevamente, y el pueblo se multiplicará y rebosará de gratitud y gozo. Ellos
serán el pueblo de Dios, y el Señor será su Dios. La justicia de Dios va
siempre de la mano de Su amor, porque es por amor que disciplina a Su pueblo
escogido, el cual insistió en permanecer en el pecado.
Promesas de restauración (31:1-30): Israel es un pueblo escogido por Dios,
primogénito que tiene a Dios como Padre. Aunque Dios esparció a Su pueblo
escogido debido a su desobediencia, hará volver al remante que se arrepienta de
su maldad. El Todopoderoso dará satisfacción abundante al alma de todos los que
lloran con su amargura; y cambiará su llanto en gozo. En el día de la
restauración, sabrán que Dios es el Dios de Israel; e Israel será Su pueblo.
El nuevo pacto (31:31-40): después del éxodo egipcio, Dios estableció un
pacto con Israel y le dio Ley en el monte Sinaí. Pero el pueblo quebrantó el
pacto, desobedeciendo a Dios. El nuevo pacto, que Dios establece con ellos,
presupone una interiorización de la Ley, además del perdón de los pecados y la
presencia del Espíritu Santo dentro de su ser. El nuevo pacto entra en rigor
con el advenimiento del Espíritu Santo, después de la muerte y la resurrección
de Jesucristo. El Espíritu Santo, quien mora dentro de nosotros por medio de
Cristo, nos ayuda a entender la Palabra de Dios, para que podamos conocer quién
es Él y cómo podemos obedecerle (Ezequiel 36:26-28). De esta manera, somos
parte del pueblo de Dios y recibimos Su señorío en todas las áreas de nuestra
vida.
El pacto eterno (32:1-44): cuando el ejército de Babilonia tenía sitiada a
Jerusalén, vino Palabra de Dios a Jeremías, que estaba preso en el patio de la
cárcel del palacio. Conforme al mandato de Dios, compra una heredad en tierra
de Benjamín, su tierra natal, y pide a Baruc que guarde la carta compraventa.
Después, le pregunta a Dios la razón de Su instrucción, si sabía que la cuidad
estaba por ser conquistada por Babilonia. El señor le explica que fue un acto
simbólico, porque Él hará volver Su pueblo del cautiverio. Dios es justo y está
lleno de amor; Él reprende la desobediencia de Su pueblo, pero no lo desecha
por completo. Por eso, establecerá con él un pacto eterno; nunca más lo dejará
y ciertamente lo bendecirá. Todo el pueblo de pacto temerá de Dios y nunca se
apartará de Él.
Dios es fiel (33:1-26): Dios, quien hace cosas y las afirma, responde a
la oración de Jeremías con cosas grandes y ocultas que él no conoce. Si bien
castiga el pecado el pueblo del pacto, de cierto lo perdonará, lo hará volver
de su cautividad y lo levantará. Se trata de un mensaje alentador y lleno de
esperanza, tanto para Israel, que ya fue destruido, como para Judá, el cual
será derrotado muy pronto. El pueblo escogido habitará seguro en el Jerusalén
restaurada, disfrutando de la bendición y paz celestiales. Esta promesa se
cumplirá a cabalidad mediante Cristo, quien reinará con justicia y equidad. Así
como no puede ser quebrantado el orden de la creación de Dios, tampoco podrá
ser invalidado el pacto que Dios estableció con Israel. Las promesas del
reinado eterno (2 Samuel 7:16) y sacerdocio eterno (Números 25:13) se cumplen
cabalmente por medio de Cristo, quien vendrá del linaje davídico. Por fidelidad
al pacto, Dios rescatará a Su pueblo escogido de sus pecados.
La aflicción de Jeremías (34:1-45:5): a diferencia de los falsos profetas, que dicen lo
que la gente quiere oír, Jeremías anuncia la Palabra de Dios sin quitar ni
añadir nada, así esto le acarree aflicción.
Sedequías rey de Judá (34:1-7): cuando el rey de Babilonia peleaba con su
ejército contra Jerusalén, vino Palabra de Dios a Jeremías para Sedequías, rey
de Judá. De cierto Dios entregará a Jerusalén en manos de Babilonia; allí será
llevado cautivo Sedequías y morirá en paz.
Por haber traspasado el pacto (34:8-22): cuando Jerusalén está sitiada por el ejército
de Babilonia, el rey de Sedequías y el pueblo de Judá establecen un pacto con
Dios. Dejarán en libertad a los siervos hebreos y no los sujetarán más a
servidumbre. Se trata de una medida conforme a la Ley de Dios (Éxodo 21:1-6;
Deuteronomio 15:12-18). Sin embargo, cuando se retira el ejército de los
caldeos, hacen volver a los siervos para sujetarlos a servidumbre. Israel es un
pueblo que Dios rescató de Egipto y estableció un pacto, las partes pasaban en
medio de animales que habías sido partidos en dos (Génesis 15:10, 17); el
incumplimiento implicaba la muerte. Israel traspasó muchas veces el pacto con
Dios. Por su desobediencia, Judá y Sedequías
morirán en manos de sus enemigos y sus tierras quedarán asoladas.
Los recabitas (35:1-19): el padre de los recabitas, Jonadab, fue un gentil
que vivió entre los de la tribu de Leví (Jueces 1:16; 1 Crónicas 2:55). Uno de
los líderes de la reforma religiosa (2 Reyes 10:23), mandó a sus hijos a
guardar su fe absteniéndose e beber vino y viviendo como nómadas. Jeremías prueba a los recabitas ofreciéndoles
vino, pero ellos rechazan rotundamente su gesto de cortesía, porque desean
seguir guardando los mandamientos de su padre. En contraste, los hombres de
Judá no obedecen a los mandamientos de Dios anunciados por los profetas.
Entonces, Dios promete a los recabitas que no les faltará varón que se
encuentre en la presencia de Dios, contrario al mal que vivirá Judá.
El rey quema el rollo (36:1-32): Jeremías le manda a Baruc, el escriba, a que
registre en un rollo la palabra de Dios y que luego la lea a los oídos del
pueblo que estará congregado en el templo en el día del ayuno. Los príncipes
piadosos que oyen el mensaje, lo anuncian al rey Joacim. Habiendo oídos las
advertencias de Dios ni el rey ni sus siervos se arrepienten de sus pecados. Es
más, el rey quema el rollo con la Palabra de Dios y manda a Jeremías a prisión.
Dios vuelve a anunciar el mal que le sobrevendrá a Judá, y Jeremías manda Baruc
a escribirlo todo nuevamente. Dios les ordena a los profetas anunciar mensajes
de juicio para bridar oportunidad de arrepentimiento a los que oyen. Joacim
acarrea un juicio mayor que el primero, por haber quemado el rollo y
menospreciado la Palabra de Dios.
Sedequías pregunta a Jeremías (37:1-38:28): después de sitiar a Jerusalén, Nabucodonosor, rey
de Babilonia, se lleva a Conías (Joaquín), rey de Judá, y nombran a Sedequías
rey en su lugar. Sedequías oye la Palabra de Dios por medio de Jeremías y, aunque
no tiene intenciones de obedecer, pide oración en momentos críticos. Si bien el
ejército de los caldeos se retiró momentáneamente para enfrentarse al ejército
egipcio, vuelve a atacar Jerusalén; esta vez, para conquistarla, conforme fue
anunciado por Dios. Después de esto, Jeremías va a la tierra de Benjamín,
cuando es acusado injustamente de querer pasarse a los caldeos, y es
encarcelado. El ejército de Babilonia vuelve a atacar la cuidad; el rey
Sedequías manda a buscar a Jeremías y lo trae al palacio para preguntar si hay
Palabra de Jehová. El profeta declara que Sedequías será entregado al rey de
Babilonia. Jeremías es enviado nuevamente a la cárcel por haber anunciado
calamidad en lugar de paz sobre Jerusalén y el pueblo; pero, rescatado con la ayuda
de Ebed-melec, eunuco del palacio. Sedequías llama nuevamente a Jeremías en
secreto y pregunta la voluntad de Dios. El profeta declara que podrá conservar
su vida y el bienestar de Jerusalén, si se entregara al rey de Babilonia; de lo
contrario, sufrirá un fin trágico. Pero, por temor a los príncipes que estaban
a favor de Egipto y en contra de Babilonia, y a los que ya se habían entregado
a los caldeos, Sedequías no obedece a la voluntad de Dios.
La caída de Jerusalén (39:1-18): a los dos años de haber sido sitiada, Jerusalén
cae en manos del ejército de Babilonia. En lugar de rendirse, el rey Sedequías
huye, pero es apresado. Primero ve la muerte de sus hijos y después le son
quitados los ojos. El palacio es consumido por el fuego; destruidos son los muros
de Jerusalén. Dios utiliza a Nabucodonosor, rey de Babilonia, para dejar a
Jeremías en libertad y darle protección. También promete salvación a Ebed-melec
por tener temor de Dios y haber ayudado al profeta.
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