Resumen bíblico del mes de Marzo

Mateo (3) (cap. 19-28)

Jesús, nuestro Redentor

En medio de continuas amenazas de parte de los líderes religiosos, Jesús anuncia Su muerte y Su resurrección. Después de entrar a Jerusalén como el Rey de Paz, Jesús purifica el templo, muere en la cruz como propiciación por nuestros pecados y resucita. Aquel que resucitó, es el Mesías y el Rey profetizado en el Antiguo Testamento. Los verdaderos discípulos anuncian el Evangelio hasta los confines de la Tierra, porque el Señor resucitado está con ellos.

La Pasión y la Victoria (19:1-28:20)

La entrada del Rey (19:1-25:46): después de entrar a Jerusalén, Jesús purifica el templo, reprende a los líderes religiosos y enseña a Sus discípulos sobre las señales antes del fin.

Sobre el divorcio, niños, riquezas (19:1-30): acabado Su ministerio en Galilea, Jesús se dirige hacia Jerusalén y empieza así Sus últimos seis meses de ministerio público. Los fariseos le preguntan sobre el divorcio para tentarlo. Entonces, el Señor enseña que lo que Dios juntó no lo debe separar el hombre. Sin embargo, debido a la dureza del hombre, la Ley comenzó a exigir al menos una carta de divorcio, pues acostumbraban a repudiar a sus mujeres por motivos insignificantes. Jesús enseña a Sus discípulos, que tratan de impedir que los niños se acerquen a Él; que el Reino de los Cielos es de aquellos que son como niños y que solo los que confían enteramente en Dios son dignos de Él. El joven rico pregunta qué hacer para tener la vida eterna; el Señor le dice “(…) vende lo que tienes y dalo a los pobres, […] y ven, sígueme”. Esto no significa que los ricos no entren al Reino de Dios, sino que son dignos de Él solo los que priorizan al Señor por sobre las riquezas.

Los obreros de la viña (20:1-16): Jesús Compara el Reino de los Cielos con un hombre que sale a contratar obreros para su Viña. El hombre sale una y otra vez, desde las nueve de la mañana hasta las cinco de la tarde, para encontrar trabajadores. A la hora de pagar el jornal, llama en primera instancia a los que llegaron de último y les paga a todos un denario por igual. Los que habían llegado primero, murmuran contra el padre de familia porque esperan una mayor retribución que aquellos que trabajaron menos horas; pero él les recuerda que habían convenido el salario de un denario. En cuanto al trato con los postreros, él hombre simplemente decide actuar con bondad, porque estaba repartiendo su propio dinero. El Reino de Dios se basa en la gracia y misericordia incondicional de Dios.

La cruz contra la ambición humana (20:17-34): Jesús vino al mundo para dar Su vida en rescate de la humanidad pecadora. Por tercera vez, anuncia que, al tercer día, después de ser crucificado, resucitará. Se le acerca la madre de los hijos de Zebedeo (Santiago y juan) y le pide que, en Su Reino, se sienten sus dos hijos a Su lado, el uno a Su derecha y el otro a Su izquierda. Al oír esto, los demás discípulos se enojan contra ellos. Ninguno entiende lo que significa andar por la senda de la cruz y buscan solo la gloria de este mundo. El Señor les enseña que el que quiere hacerse grande, debe ser entonces servidor; y el que quiera ser el primero, debe ser siervo. A diferencia de los discípulos, dos ciegos reconocen que Jesús es el Mesías, el Hijo de David, y piden que tenga misericordia de ellos. El Señor, compadecido, les concede su petición de recobrar la vista.

La entrada a Jerusalén (21:1-11): Jesús, siendo el Rey de reyes, entra a Jerusalén montando en un pollino y no en un elegante caballo. Así proclama que viene como un Rey de paz, como el Mesías que cargará con la cruz para salvar al mundo y no como un rey tirano.

La purificación del templo (21:12-17): entra Jesús al templo y expresa ira contra los líderes religiosos y los comerciantes, porque convirtieron ‘la casa de oración’ en ‘cueva de ladrones’. El cambio de dinero y la venta de animales para sacrificio, que en un principio se había instaurado para brindarles comodidad a los peregrinos, terminaron siendo un negocio lucrativo para saciar la codicia de algunos. El Señor echa fuera del templo a todos los comerciantes; vuelca las mesas y las sillas que utilizan para ganar dinero. El templo debe dar a conocer la santidad y la bondad de Dios en todo momento.

Maldición de la higuera estéril (21:18-22): Jesús maldice a la higuera que solo tiene hojas y no da frutos, y esta se seca al instante. Es una advertencia de juicio contra la hipocresía y la desobediencia de los judíos, que solo guardaban los actos religiosos sin dar frutos de corazón. Los discípulos se maravillan de ver la higuera seca, entonces, Jesús les dice que todo lo que pidan en oración, creyendo, lo recibirán y verán el poder de Dios.

Autoridad y tres parábolas (21:23-22:14): los líderes religiosos dudan de la fuente de la autoridad de Jesús; entonces, el Señor les pregunta de dónde es el bautismo de Juan. Después, los reprende por rechazar el Evangelio y por la dureza de su corazón, pues no se arrepienten ni obedecen. Para eso usa tres parábolas. Primero, la parábola de dos hijos (21:28-32). Los publicanos y las rameras son dignos del Reino de Dios, porque se arrepienten de sus pecados y aceptan el Evangelio, mientras que los líderes religiosos solo aparentan creer y obedecer. Luego, narra la parábola de los labradores malvados (21:33-44). Los judíos, especialmente los líderes, son como los labradores que golpean y matan a los siervos (profetas) enviados por el padre de familia y luego matan a su hijo (Jesucristo) para apoderarse de su heredad. Por su desobediencia, Israel perderá sus privilegios como pueblo escogido de Dios; y, en su lugar, les entregará el Reino de Dios a personas que den fruto, la Iglesia, cuya cabeza es Jesús, 'la cabeza del ángulo' que ellos han desechado. La tercera parábola es sobre la fiesta de boda (22:1-14). Dado que los que son convidados se rehúsan a atender a la boda, el rey, enojado, manda a sus siervos a las salidas de los caminos a llamar a cuantos hallen. Israel fue el primero en recibir la invitación del Evangelio; no obstante, como lo rechazó, los gentiles son invitados después y alcanzan la salvación por su conversión (Romanos 11:12). Pronto, el Evangelio llegará hasta lo último de la Tierra (Hechos 1:8).

La sabiduría de Jesús (22:15-46): los fariseos se unen a los herodianos para sorprender a Jesús en alguna palabra, así que le preguntan sobre la cuestión del tributo. Si Jesús respondía que los judíos debían dar tributo al emperador romano, podía perder el favor de los judíos; y si afirmaba que era ilícito pagar el tributo, entonces sería arrestado por rebelión contra el emperador. Pero Jesús resuelve este problema sin aparente solución, diciendo: “Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios”. Por otro lado, los saduceos atacan a Jesús presentado un caso absurdo de ‘la ley del levirato’, en el que siete hermanos se casan con una misma mujer, para preguntarle sobre el matrimonio en la resurrección. Jesús les explica que, después de la resurrección, ya no será necesario el matrimonio, ya que nuestros cuerpos serán glorificados y tendremos comunión con el Dios viviente. Así deja sin palabras a los saduceos. Un intérprete de la Ley, uno de los fariseos, le pregunta a Jesús cuál es el mayor mandamiento de los 613. Jesús resume toda la Ley en amar a Dios y amar al prójimo.

Jesús acusa a escribas y fariseos (23:1-39): Jesús proclama siete lamentaciones contra los líderes religiosos, los escribas y los fariseos. Teniendo el deber de guiar al pueblo a la salvación, lo han llevado a una dirección incorrecta. No hacen lo que dicen, son hipócritas, llenos de codicia e injusticias. Son reos de juicio divino, porque cierran la puerta del Reino de los Cielos; no entran ellos ni dejan entrar a otros. Jesús se lamenta de ver a Jerusalén, porque pronto será desolada.

Discurso de los Olivos (24:1-25:46): en el Monte de los Olivos, Jesús enseña a Sus discípulos las señales que sucederán antes del fin y cómo prepararse para ese momento. Se levantarán los falsos cristos, habrá guerras y catástrofes naturales, pero todo estará bajo la soberanía de Dios; por tanto, no deben temer, sino perseverar hasta el fin. Como las cinco vírgenes prudentes que esperaron al novio con aceite de reserva, debemos velar y orar para recibir al Señor en Su Segunda Venida, sin vergüenza. Los siervos que trabajaron el talento recibido de su señor y ganaron otros tantos, tendrán la gloria de participar del gozo de su amo; en cambio, el siervo negligente y perezoso, que escondió el talento bajo tierra, será juzgado por su maldad. Los justos que han servido con fe ayudando al prójimo en la aflicción, heredarán la vida eterna; pero los malos que ignoraron a los más pequeños, serán enviados al castigo eterno por no haber servido al Señor.

La muerte del Rey (26:1-27:66): conspiran y toman consejo para matar a Jesús.

Pasión, traición, adoración (26:1-16): Jesús anuncia a Sus discípulos que en dos días, en la Pascua, el Hijo del Hombre será entregado como propiciación para ser crucificado. Los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo tienen consejo para prender y matar a Jesús; y Judas Iscariote busca oportunidad para entregar al Maestro. Una mujer derrama sobre la cabeza de Jesús un perfume de gran precio en casa de Simón, en Betania. Ella es acusada por los discípulos de haber desperdiciado algo tan precioso; pero es felicitada por Jesús por su buena obra, pues le preparó para la sepultura.

La Última Cena (26:17-30): el primer día de la Fiesta de los panes sin levadura, cuando sacrifican el cordero pascual, Jesús comparte la última cena con Sus discípulos. Habiendo dado las gracias, toma el pan y lo reparte, diciendo: "esto es mi cuerpo"; después, tomando la copa de vino, dice: "Bebed todos de ella, porque esto es mi sangre del nuevo pacto (...)". Desde ese momento, la cena pascual, originada en vísperas del éxodo egipcio, es celebrada como la Santa Cena del nuevo pacto. Ya no es por sangre de animales, sino con la sangre preciosa de Jesús que obtenemos eterna redención (hebreos 9:12).

La oración en Getsemaní (26:31-46): en la misma noche de la Última Cena, Jesús anuncia que Sus discípulos se escandalizarán de Él. Pedro le asegura que no será así; entonces, Jesús le anuncia que le negará tres veces. Subiendo al huerto de Getsemaní, se postra sobre Su rostro, derramando Su corazón triste y afligido delante del Padre, negándose a sí mismo en oración. Por otro lado, Pedro, Jacobo y Juan, no pueden velar en oración y se quedan dormidos.

Juicio ilegal, Pedro y Judas (26:47-27:10): habiendo acordado que aquel a quien Judas Iscariote saludare con un beso es Jesús, muchas personas con espadas y palos lo apresan. Pedro le quita la oreja al siervo del sumo sacerdote con su espada (Juan 18:10-11). Cristo lo reprende, porque los que toman espada, a espada perecen. Arrestado en la medianoche, Jesús es llevado al patio de la casa del sumo sacerdote Caifás. En un juicio llevado a cabo con irregularidades, Jesús no se defiende ante el testimonio de los falsos testigos, pero sí revela ser el Cristo (el Mesías) el Hijo de Dios y Juez. Por ese motivo, el Concilio lo sentencia a muerte por blasfemia contra Dios. Los judíos de esa época no tenían el poder para imponer la pena de muerte; por tanto, entregan a Jesús a Pilato, el gobernador de Roma. Por otro lado, Pedro sigue de lejos a Jesús, pero lo niega tres veces antes de que cante el gallo. Entonces, recuerda las palabras del Maestro y llora amargamente. Judas Iscariote se lamenta de haber vendido a Jesús, así que arroja en el templo el dinero recibido a cambio de su traición y se ahorca.

Sentencia de muerte, crucifixión, sepultura (27:11-66): Jesús es llevado al tribunal de Pilato, el gobernador de Roma, y guarda silencio en el interrogatorio. Conforme era la costumbre de soltar a un preso en el día de la fiesta, Pilato consulta la opinión del pueblo. Ellos piden soltar a Barrabás, un homicida, y crucificar a Jesús. Pilato, interesado más por su cargo político, se lava las manos, para demostrar inocencia ante el derramamiento de sangre inocente; y entrega a Jesús a ser crucificado, a petición del pueblo. Los soldados visten a Jesús con la simulación de una ropa real. Le ponen sobre Su cabeza una corona de espinas y, azotándolo, lo escarnecen. Probablemente, como ya estaba exhausto por la tortura recibida, Simón de Cirene es obligado a llevar Su cruz y sube hasta la cima del Gólgota. Jesús se niega a tomar vino mezclado con mirra, que era provisto a los convictos para disminuir el dolor. A las nueve de la mañana (Marcos 15:25), los soldados crucifican a Jesús, reparten entre sí Sus vestidos, y ponen sobre la cruz un título que dice "Jesús nazareno, Rey de los judíos". Jesús es injuriado por los principales sacerdotes, los ancianos, los espectadores y los ladrones crucificados a ambos lados. Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, hay tinieblas sobre toda la Tierra; Jesús expira dando una gran voz. Entonces, ocurren fenómenos sobrenaturales: el velo del templo se rasga en dos, hay un gran terremoto, se abren los sepulcros, entre otros. Al ver esto, el centurión y los soldados confiesan que Jesús es verdaderamente el Hijo de Dios. José de Arimatea pone el cuerpo de Jesús en un sepulcro nuevo. Los principales sacerdotes y los fariseos piden a Pilato que ponga guardias ante el sepulcro, para evitar que los discípulos hurten Su cuerpo y divulguen al pueblo que Jesús ha resucitado.

La resurrección del Rey (28:1-20): al amanecer del primer día de la semana, después del día de reposo, dos mujeres acuden al sepulcro de Jesús y oyen de un ángel que el Señor ha resucitado. Ellas corren a dar las nuevas a los discípulos, cuando son halladas por Jesús, entonces, se detienen y lo adoran. El Señor sale al encuentro de Sus discípulos en Galilea, en donde les encomienda la Gran Comisión de ir a todas las naciones a hacer discípulos, porque Él estará con ellos. La resurrección es la esperanza y el poder para cumplir con el llamado.


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