Resumen bíblico del mes de Enero.
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1, 2,3 Juan
Comunión con Dios y amor al prójimo
Tenemos vida eterna gracias a Cristo, quien
murió en propiciación por nuestros pecados, y podemos tener una íntima comunión
con Dios. Él es luz y amor, así que Sus hijos deben esforzarse en guardar la
verdad y no seguir las injusticias de este mundo. Los que andan en justicia, en
humildad, en amor, conforme a Cristo, tendrán victoria final.
1 Juan: relación con Dios (1:1-5:21)
La base de toda relación (1:1-2:14): Juan enseña formas y motivos por los cuales un empedernido pecador no
puede tener una comunión personal con Dios.
Introducción (1:1-4): Juan omite en sus epístolas la salutación y una presentación
personal, dos elementos generalmente presentes en la introducción de las cartas
de la época. En lugar de ello, rememora los días de comunión con Jesucristo y
expresa su deseo de ver a los santos tener comunión con el Autor de la Vida,
para que su gozo sea cumplido.
Condición preliminar de la relación
(1:5-2:6): un pecador que pertenece a las tinieblas
puede tener plena comunicación con Dios, gracias a la sangre preciosa de Jesús,
quién murió en propiciación de toda la humanidad. Si negamos nuestros pecados y
decimos que somos justos, no podemos tener comunión con Dios; pero si
confesamos nuestros pecados y confiamos en los méritos de Jesús en la cruz,
podemos caminar con Dios en intimidad.
Un nuevo mandamiento (2:7-14): si no queremos que haya estorbo en nuestra relación con Dios, debemos
vivir en santidad y amar al prójimo. Con la nueva identidad como hijos de Dios,
obedecemos enteramente al nuevo mandamiento y seguimos el camino del Señor; así
podremos ser más que vencedores por la presencia y el poder de Dios.
Advertencias (2:15-3:10): Los elementos que estorban en nuestra relación con Dios son: el pecado,
el mundo, Satanás y las sectas.
Advertencias contra el mundo (2:15-17): el pueblo de Dios debe esforzarse al máximo para no amar la corrupción
del mundo ni ser arrastrado por las corrientes de este siglo. Si caemos ante
los deseos de los ojos, los deseos de la carne y la vanagloria de la vida,
seremos presa fácil para Satanás y seremos devorados. Por tanto, el que piensa
estar firme, mire que no caiga, sino que vale en todo momento. No amemos al
mundo, antes bien, esforcémonos en cumplir la voluntad de Dios.
Advertencias contra el anticristo
(2:18-29): el concepto del anticristo, según Juan,
incluye los falsos maestros que engañan a los santos con sus falsas doctrinas,
es decir, los gnósticos, considerados como herejes. Ellos niegan que Jesucristo
vino en la carne, diciendo que no tenía cuerpo humano físico, sino solo la
‘apariencia’ de tal. Eran separatistas, buscaban causar división en la
comunidad, y llevaban una vida inmoral y poca ética. Juan corrige esta falsa
doctrina y asevera que Jesús es el Cristo (Mesías), el Hijo de Dios, quien vino
en la carne. Los creyentes genuinos reciben las enseñanzas del Espíritu Santo
enviado por el Señor, gozan de la vida eterna prometida y hacen justicia.
Advertencias contra el pecado (3:1-10): hemos sido alcanzados por la gracia irresistible de Dios y salvos por
Su amor. Por tanto, debemos renunciar a todo hábito pecaminoso que puede haber
en nosotros, y demostrar el amor que hemos recibido del Padre al prójimo.
Fuimos adoptados como hijos de Dios, no dejemos que el diablo nos engañe para
cometer injusticias; aprendemos de Jesucristo y vivamos en pureza y justicia.
Los pecados y las injusticias afectan considerablemente nuestra relación con el
Padre. Si andamos conforme a los deseos del viejo hombre y practicamos el pecado,
no podemos tener comunión con Dios.
Manera de expresar (3:11-4:16): nuestra relación con Dios se ve reflejada en la relación con el
prójimo. Es decir, cuando amamos al prójimo, demostramos tener la vida eterna.
Después de haber recibido el amor inmerecido y el perdón incondicional del
Señor, somos una nueva criatura; amamos y servimos a los demás de corazón,
creyendo que Jesús murió también por aquellos a quienes aborrecemos. El que no
ama, pertenece bajo la potestad de la muerte; el que ama a su hermano, demuestra
que ha sido trasladado de la muerte a la vida. El que ama al prójimo de hecho y
en verdad, no de palabra ni de lengua, recibe todo lo que pide y permanece en
el Señor por medio del Espíritu Santo. Dios es amor en esencia. En Su amor
envió al Unigénito al mundo para rescatarnos del pecado; en Él hallamos nuestra
identidad, posición, propósito y sentido de nuestra vida. Cuando nos amamos
unos a otros, permanece Dios en nosotros y su amor se perfecciona en nosotros.
A Dios no podemos verlo con nuestros ojos, pero cuando ofrecemos un vaso de
agua fría a uno de los pequeñitos, damos a conocer cuánto amamos a nuestro
Padre Celestial.
Consecuencias de la relación (4:17-5:21): una comunión íntima con Dios echa fuera todo temor a la condenación,
el juicio y el castigo. El que permanece en Dios es libre de la ley de la
muerte y vence al mundo con el poder del Espíritu Santo, confía en el nombre de
Cristo en las situaciones más adversas, y supera las dificultades con la
oración. Por momentos podrá tener malos pensamientos o caer incluso ante los
deseos de la carne, pero por su fe en Jesucristo, dominará su naturaleza
pecaminosa para alcanzar la victoria final. Ninguna potestad del maligno podrá
contra él, por cuanto es protegido por el Todopoderoso. Juan concluye su
primera epístola exhortando y alentando a los creyentes de la iglesia primitiva
a superar la amenaza de la división, las herejías y la persecución con la
convicción de la vida eterna.
2 Juan: relación con los enemigos (1:1-13)
Cumplimiento de los mandamientos (1:1-6): después de saludar en la primera parte de su epístola, Juan expresa su
gozo por los santos que cumplen con el mandamiento de Dios por su amor hacia el
Padre, un amor basado en la verdad que vence las tentaciones del anticristo. El
amor verdadero no contradice ni se opone a la verdad o la justicia. Podemos ser
cristianos bíblicos y equilibrados, cuando amamos a otros con base al Evangelio
y no sobre argumentos o teorías vanas.
Interrupción de la comunión (1:7-13): los herejes, quienes propagan falsas doctrinas dentro de una
comunidad, debían ser reprendidos. Si por pereza los dejáremos a su merced, los
demás miembros perderán los dones y la gracia recibidos de Dios y la comunidad,
sufrirán división y graves heridas. Conocido como el apóstol del amor, toma una
actitud muy tajante y nada conciliadora respecto al anticristo que niega la
encarnación de Jesús. De hecho, el apóstol advierte a los santos diciendo que
no los reciban en sus casas, ni los saluden en la calle.
3 Juan: relación con consiervos (1:1-15):
La generosidad de Gayo (1:1-8): hospedar y tratar con amor a los obreros del Evangelio colabora
grandemente con la extensión del Reino de Dios. Juan dirige esta epístola a
Gayo, su consiervo, para felicitarlo con gozo y bendecirlo por recibir de
corazón a los evangelistas itinerantes que se esfuerzan por causa de Cristo,
dar lo mejor de sí para suplir sus necesidades. Ayudar y apoyar a los obreros
del Evangelio significa trabajar en equipo para la verdad, que trae respuesta y
prosperidad de Dios.
La soberbia de Diótrefes (1:9-15): a Diótrefes le gustaba tener el primer lugar en todo, por su egoísmo y
ambición. Por este motivo, se rebeló contra el liderazgo de Juan, criticó a los
evangelistas itinerantes, y expulsó de la comunidad a los que colaboraron con
la obra misionera. Los que se oponen a la predicación del Evangelio y a los
consiervos del Reino de Dios; y se preocupan solo por mantener su posición de
influencia y de poder, son enemigos de la cruz, son reos de juicio divino, y
ciertamente serán juzgados. Juan elogia a Demetrio por su testimonio, como fiel
cristiano que anda en la verdad. Espera ver a Gayo pronto y concluye su
epístola mandando saludos.
Mateo (1) (capítulos 1-8)
El Rey y Mesías prometido
Jesús, el Hijo de Dios, vino al mundo en la
carne para salvar a la humanidad de sus pecados. Él es el Mesías anunciado por
el Antiguo Testamente, perteneciente al linaje de Abraham y David. Después de
vencer las tentaciones del diablo con la Palabra de Dios, anuncia el Evangelio
como el Rey Celestial. Él vino para sanar y gobernar a este mundo; en Él está
nuestra esperanza.
Nacimiento del Mesías (1:1-4:11)
Aparición del Rey (1:1-2:23): Mateo, de origen publicano, inicio su libro con la genealogía de Jesús
(1:1-17), para indicar el fin de la era veterotestamentaria y dar inicio a la
neotestamentaria. Jesús fue concebido en el vientre de la virgen María por el
Espíritu Santo. Ella estaba comprometida con José, quien se entera de la
concepción de su mujer por revelación de un ángel y lo acepto como voluntad
divina. Como fue anunciado en el Antiguo Testamento (Miqueas 5:2), Jesús nació
en Belén, un pequeño pueblo, anónimo para muchas personas. Aunque el
Todopoderoso se humilló para tomar la forma de hombre y salvar a Su pueblo de
sus pecados, Israel, Su pueblo escogido, no lo recibió. En cambio, los sabios
del Oriente recorrieron un largo camino, guiados por una estrella, para
adorarlo y ofrecerle presentes (2:1-12). Poco tiempo después de Su nacimiento,
Jesús tuvo que huir a Egipto con Sus padres, por la persecución del rey
Herodes. Después de su muerte, Cristo regresa y crece en Nazaret, otro pueblo
menospreciado por los israelitas, para que se cumpliese las profecías. La
aparición de Jesús, el Rey de reyes y Salvador del mundo, en una condición vil
y humilde, demuestra que la salvación de la humanidad depende de ‘la palabra de
la cruz’, el poder de Dios. (1 Corintios 1:18-31).
Presentación del Rey (3:1-4:11): antes de que Jesús comenzara con Su ministerio público, aparece Juan
el Bautista en el escenario predicando el bautismo del arrepentimiento, para
ablandar el corazón de un pueblo duro de cerviz. Jesús, siendo el Hijo de Dios,
fue bautizado por un hombre, Juan el Bautista. El Espíritu Santo descendió como
paloma; y el Padre proclamó: “este es mi Hijo amado, en quien tengo
complacencia” (3:16-17). Esto demuestra que el advenimiento del Mesías no es
una obra exclusiva de Jesús, sino trinitaria, que involucra las tres Personas
de la deidad. Llevado por el Espíritu Santo, Jesús ayunó por cuarenta días en
el desierto y luego fue tentado por el diablo (Satanás). A diferencia del
primer Adán, que cayó en la tentación de la serpiente (Satanás) al comer del
fruto de la ciencia del bien y del mal, Jesús, el postrer Adán, tuvo victoria
perfecta con la Palabra de Dios. Jesús, quien vino como Rey, está listo para
proclamar el Evangelio del Reino de Dios. Un Rey que obedece enteramente a la
voluntad de Dios, aparece en la escena de la historia para salvar a una
humanidad destinada a la perdición debido a sus pecados.
Ministerio mesiánico (4:12-11:1)
Proclamación del Rey (4:12-7:29): al oír sobre el arresto de Juan el Bautista, Jesús entiende que ha
llegado Su hora y proclama: “arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha
acercado” (4:17). Y comienza a enseñar a las multitudes de personas y a Sus
discípulos la santidad que debe guardar el pueblo celestial. El sermón del
monte (capítulos 5-7) es una doctrina con autoridad, que sobrepasa y
perfecciona la Ley mosaica. Por medio de las ocho bienaventuranzas (5:3-12),
Jesús enseña las características del pueblo de Dios: cómo debe ser su vida
diaria (5:13-48) y los parámetros y principios de su vida espiritual (6:1-18).
También se refiere a la provisión de Dios (6:19-34), la ley de oro en las
relaciones interpersonales (7:12) y la importancia de llevar Sus enseñanzas a
la práctica (7:24-27).
Poder del Rey (8:1-11:1): Jesús es el Soberano que gobierna todas las áreas del mundo.
El milagro sobrenatural (8:1-34): Jesús es el Hijo de Dios. Sus doctrinas tienen autoridad y Sus obras,
poder. Sanó al leproso, al criado del centurión; a la suegra de Pedro, de la
fiebre, echó fuera a los demonios de los dos hombres que vivían entre los
sepulcros y calmó la tempestad.
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